martes, 21 de febrero de 2012


FRANCISCO CALATRAVA JURADO 

 Tabernas ( Almería), 6 de marzo de 1896
 Acalá de Guadaíra, 6 de febrero de 1967
A pesar de estar confirmado en sus propios escritos el lugar y fecha de nacimiento, no figura inscrito en el registro de nacimientos de su pueblo natal. No es más que un primer dato llamativo en el caso de una persona cuya vida calificó Frenando de los Ríos y Guzmán como “novela”. Hijo póstumo, padeció las sombras de la orfandad hasta que de ella lo sacaron los generosos sentimientos de José Rosa Plata y de María Fenoy Lozano.

Empezó su vida laboral haciendo recambios de caballerías, allá por el año 1908, en la venta llamada El Chortal, a cuatro kilómetros de Tabernas. Luego emigró a Argentina, donde arrastró una odisea de penalidades y trabajos, entre ellos ser guardagujas en la estación de Toro del Carril Central de Buenos Aires con un sueldo de 90 pesos mensuales. En 1914 regresa a España, iniciándose en su nueva actividad de picapedrero en tierras de Almería.

En 1924 llega a Alcalá de Guadaíra, donde se asentará definitivamente. Primeramente se dedicó a dar clases particulares, y más tarde, como administrativo en el almacén de aceitunas de Francisco Gutiérrez Calderón. Será entonces cuando comienza a desarrollar y dar a conocer sus cualidades literarias colaborando en la revista Oromana y en la revista de Feria de Alcalá de Guadaíra. Así mismo publicará varios libros.

Amantina Cobos en relación a su personalidad nos dice “parece que en Francisco Calatrava hay dos personalidades distintas y aún antagónicas: el poeta delicado, el artista prodigioso de la pluma con la que hace maravillosas filigranas, y el obrero de la tierra en cuyo trabajo sus manos encallecieron, aunque su espíritu se conservó puro y diáfano como agua clara en que se reflejan todas las bellas cosas que la rodean”.

DE VUELTA AL REDIL

De apacentar mi grey vuelvo contento,
del verde otero a la floresta umbría;
pronto a ocultarse el resplandor del día,
voy tras de mi rebaño a paso lento.
Corre, apacible, el vespertino viento,
refrescando la abrupta serranía,
montes de exuberante lozanía
a los que absorto yo contemplo atento.
Y el alma llevo de alegría henchida
ensando en el redil y en quien me espera,
soñadora mujer, luz de mi vida.

AMIGO VASCONCELLOS.
¡Amigo Vasconcellos,
qué tiempos aquellos!
 De lirón, lirín, castaña,
que desde la Gran Bretaña
a nuestra noble España
rodaba rutilante de oro,
tan rubio y tan sonoro,
y en rauda catarata,
níquel, cobre y plata.

 ¡Qué tiempos aquellos,
 amigo Vasconcellos!
Do el infelices pobre
cuyo placer estriba
del mundo en su deriva
en masticar
y reventar
antes que sobre;
y al igual que el rico
de aquí o de  Puerto Rico,
de la Habana o de Tampico,
adquirir podía
y como él quería,
dentro o fuera,
según su faltriquera,
los tiernos cabritillos,
valencianos pepinillos,
morcones de Escalona,
de Jabugo o de Narbona.
Y ya pasada palidez de otoño,
conservados y en montones
la algarroba y el madroño,
y coloradísimos morrones
de Lora, Brenes y Logroño.
 ( de Amigo Vasconcellos, qué tiempos aquellos.)